España frente al reto de modificar la política internacional I

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1ª Parte: Origen

Como ya conté hace unos días en la primera parte sobre la crisis en Ceuta, sigo manteniendo que tras esta “crisis migratoria” se ocultan problemas e intereses que en un futuro cercano se deberán analizar y solucionar. Vemos tristemente cómo cada día que pasa esta situación se enquista y enreda, alejándose la resolución diplomática para recuperar el statu quo.

En esta entrada de dos capítulos expondré a grandes rasgos parte de esos problemas e intereses, sin entrar de forma muy profunda en ellos, pues la extensión del texto sería enorme. Soy consciente de que para muchos se quedarán cortas las líneas de texto que para determinadas cuestiones planteo pero, poco a poco y en futuras entradas, trataré de forma concreta cada tema. Otros creerán simplemente que no será posible llevar a cabo las cuestiones que planteo y es cierto que no son nada sencillas, ni realizables a corto plazo, son “soluciones” personales, compartidas con vosotros pero no con ningún estamento oficial ni planteadas o tratadas en organismos del Estado.  Alguno como yo, simplemente pensará que ojalá sí se realizaran. 

La geopolítica, las estrategias de Estado y sus acuerdos, son un sinfín de hilos que desenredar y a estos “acuerdos” se tienen que sumar los intereses de terceros, que en muchos casos malmeten en esas relaciones para sus propios intereses. 

Entre otros, uno de estos análisis debería versar sobre seguir manteniendo de forma permanente a Marruecos como uno de nuestros socios principales. Todo parece indicar que debe ser así por una amplia cantidad de factores, pero podemos y debemos ser discrepantes con esta “obligada” respuesta y plantear la posibilidad de realizar políticas a medio/largo plazo que fructifiquen en nuevas relaciones internacionales.

Es cierto que los acuerdos comerciales, geopolíticos, en materia de inteligencia, seguridad o cooperación, han sido muy convenientes para ambos reinos durante un largo tiempo, como una balanza que oscilaba de un lado a otro. Probablemente, para Marruecos se inclinaba a su favor en materia de cooperación y desarrollo en programas humanitarios, pero que, sin duda, en materia de inteligencia y seguridad, esa balanza se inclina hacia el nuestro (una manera elegante de pagar por la información que el reino alauí nos entrega).

Deslealtades de mayor o menor importancia que ya ocurren desde hace tiempo (y que España ha decidido pasar por alto por un bien mayor como son las relaciones internacionales), así como el mayor peso de nuevos actores-estado, que juegan un papel fundamental en escenarios tan diversos como el terrorismo, el crimen organizado, trata de seres humanos o recursos energéticos, deberían hacer reflexionar al Gobierno sobre la conveniencia de permanecer en los acuerdos, tratados y, sobre todo, con el esfuerzo económico que supone Marruecos para España dado el nivel de deslealtad y amenazas a las que últimamente nos están tristemente acostumbrando. 

¿Deberíamos empezar a mirar con otros ojos a este díscolo “hermano” que ya no debería ser tan preferente y buscar alternativas que nos llevaran a tener nuevos socios destacados, así como nuevas vías de expansión económica, política internacional, recursos energéticos y, por supuesto, de cooperación en materia de seguridad e inteligencia? Intentar responder esta cuestión no es nada sencillo.

Origen

Por algo más que las simples fronteras en Ceuta y Melilla a Marruecos se le ha considerado nuestro “hermano”. En grandes líneas, podríamos decir que la tradición histórica se remonta al siglo XVIII con la firma de multitud de tratados entre ambos pueblos, culminando con el reconocimiento como protectorado en 1912 de la parte sur (el Sahara Español, como se llamaba), ahora Sahara Occidental. En el año 1956, España reconoce la independencia de los territorios del norte de Marruecos, que eran protectorado francés. Desde entonces, las relaciones han pasado por infinidad de problemas desembocando en 1975 con la Marcha Verde. España abandonó este territorio, que era reclamado por Marruecos y poco a poco ocupado. Desde entonces, España mira para otro lado, no dice “ni si, ni no” y la comunidad internacional tampoco termina de definir cuál es la mejor forma jurídica para este territorio.

Igual que ocurrió con la Marcha Verde, podemos encontrarnos más de un paralelismo con la situación actual, llámenme paranoico. 

Veamos brevemente tres de estos paralelismos:

  • Ambas marchas fueron orquestadas por el Gobierno de Marruecos y con el beneplácito de Estados Unidos. En ambas ocasiones, el Gobierno de España se encontraba debilitado por sus propios problemas internos: con la Marcha Verde, el Régimen Español se encontraba en fase terminal, pues Franco estaba moribundo y el príncipe Juan Carlos todavía no gozaba del reconocimiento ni dentro ni fuera del territorio nacional. En la actualidad con la “Marcha Ceutí”, el actual Gobierno no tiene mayoría parlamentaria para tomar sus propias decisiones y sus socios muchas veces son más oposición que apoyo. Tenemos que añadir que el actual Jefe del Estado, el rey Felipe VI, no tiene el peso que sí tuvo su padre Juan Carlos I siendo ya rey en las relaciones con los países árabes, amén de que Felipe VI no goza del cariño de gran parte del arco político.

  • En ambas ocasiones fueron miles de civiles los que entraron en los territorios españoles. En la Marcha Verde se habla de 50.000 personas y en esta ocasión de unos 8.000. Tengamos en cuenta la gran diferencia de extensión de terreno de una zona y de otra, dudo que 50.000 personas quepan actualmente en Ceuta. 

  • Los apoyos internacionales han sido los mismos en ambas ocasiones, tanto para España como para Marruecos. Por un lado, Estados Unidos y Francia se posicionaron en contra de los intereses de España y el Frente Polisario y Argelia, en contra de Marruecos.

Igual que encontramos paralelismos, también hay una gran diferencia. Entre las dos Marchas, la amistad personal de los reyes Juan Carlos I y Hassan II (ellos mismos calificaban su relación como de “hermanos” y hacían de las relaciones entre Estados algo mucho más sencillo) en la actualidad no se da. 

Hoy por hoy, los monarcas de ambos países, Felipe VI y Mohamed VI, que en semejanza a sus padres en vez de “hermanos” se consideran “primos”, tienen una relación más bien fría,  como la de muchos primos. La última visita oficial a Marruecos fue hace dos años y duró poco más de 24 horas, lo cual no quita para que en este tiempo hayan podido tener una relación privada más o menos cordial y formal, pero desde luego no es la misma relación que Juan Carlos I tuvo con su “hermano” Hassan II. Las buenas relaciones de Don Juan Carlos, no solo con Marruecos, sino con todo el mundo árabe, han sido muy fructíferas hasta su caída en desgracia llevándole a vivir en Abu Dabi, donde guarda una gran relación con la familia real Al Nahayan. 

Pero seamos sinceros, no solo las relaciones personales y oficiales de nuestros mandatarios son suficientes para hacer política, por muy bien que estos se lleven y faciliten resultados. 

España tendría que hacer política internacional de primer nivel y en multitud de escenarios, potenciar su presencia en estructuras internacionales como son la Unión Europea y la OTAN, aumentando el gasto en ellas. Potenciar las estrategias actuales que le sean más favorables y realizar propuestas que lleven el nombre de España a liderar proyectos futuros de interés estratégico para el conjunto de estas organizaciones a las que pertenece y representa. Pensar un poco en sí misma y vender el éxito de esas políticas que le son favorables como un conjunto de ventajas para la Unión Europea o para la OTAN.

Pronto publicaré la 2ª parte, La nueva política internacional de España.